Islas Feroe
Sabía que era obesa pero no de las Islas Feroe, milagro no cotidiano que te reparte el día a día de beber antes de que anochezca para acostarte temprano. Pedaleaba, sinuosa, atrapando a un sillín de bicicleta minúsculo por su enorme trasero, que era lo menos atractivo en setecientos kilómetros a la redonda, precisamente a su redonda.
Luego aparqué la moto para echar gasolina cuando creí haber olvidado a la mujer que de golpe y porrazo se plantó ante mi mismo surtidor. Y el gasolinero sin saber dónde repartir líquido.
-Me llamo Anette.
-Y yo Ohete (en inglés la hache es casi jota mientras la misma es elle)
-Rima.
-Es poesía.
-Yo escribo poemas –me dijo la muchacha.
-Yo recibo descargas –contesté, al borde de la vergüenza ajena.
-¿Por qué vas en moto cuando puedes ir en bici?
-¿Por qué tú no vas en moto?
-Porque pedalear me hace bien.
-¿A qué te refieres?
-A mi peso.
-Yo aún soy delgado…
-Pero tu corazón..
-¿Y ahora a qué te refieres?
-Uno se cansa de no actuar. Anda, camina, corre, salta, nada, huye. Así lo entrenarás.
-Y yo que creía que al corazón sólo se le cuida amando.
-Eso es mentira. Al corazón se le da vida pedaleando.
-Pues yo amo motorizadamente.
-Porque no sabes amar a pedales.
-Te quiero.
-¿Por qué me dices eso?
-Porque me encanta escucharte.
-No escuches lo que quieras oír.
-Yo sólo buscaba una gasolinera… Oye, ¿es sano pedalear bajo un sol de justicia?
-Yo nací un dos de enero, en Tórshavn, capital de las Islas Feroe. Y nunca sentí frío.
-Amo a las Islas Feroe.
-Es la segunda vez que amas o quieres sin saber lo que dices.
-¿A qué te refieres?
-No digas lo que quieran sentir los demás.
-Te juro que amo a las Islas Feroe. Incluso sin haber estado nunca allí. Que a mí el norte me enerva.
-A mí, sin embargo, las Islas Feroe me aburren.
-¿Por?
-Debe ser porque nací allí.
-Yo nací López y me puse Ohete.
-Me encanta López.
-Y a mí tú país.
-Te repites.
-En el amor la repetición es sólo un adelanto de la ira que causa la falta de él. Es como comer siete veces en un día para cuando no haya nada que echarse a la boca.
-¿Eres poeta?
-No, pero tú sí dices serlo.
-Yo quiero serlo y por ello me apunto el tanto, con antelación. Pero oyendo lo que dices…
-La poesía es el arte de contar lo que acontece. O de inventarse lo que quisieras que pasara.
-Hueles bien.
-Es que yo no he pedaleado.
-¿A ti te molesta el mal olor?
-¿Te refieres a la gasolina?
-No. Me refiero a mí.
-¿Acaso hueles mal?
-¿Acaso me has olido?
-Sueño con ello.
-¿En tu moto o en mi bici?
Y luego llegamos a casa. Ella pedaleando, robusta y eficiente, como dopada con maillot, y yo a su rebufo, oliendo todo lo que quise y más, por culpa de haber aceptado la invitación y haber ido sentado todo el rato en su sillín, tras la mole.
-No veas lo que cuesta desplazar a dos. Y más cuando debes pedalear sin poder descansar. Que estabas tú en mi asiento.
-¿Sudaste más?
-¿Es una afirmación?
-Difamación, acaso.
Y luego follamos. Lo de siempre. Con una salvedad: a las habitantes de las Islas Feroe que pedalean como bestias les huele el coño. Que hasta a mí, yendo de paquete, me apestaba la axila.
-No me lo comiste.
-¿Para qué? Prefiero hacerlo en limpio.
-¿En limpio? ¿Acaso crees que el jabón químico suplantará la realidad?
-Yo sólo quiero vivir bien, Anette. Y sólo hemos echado un polvo y ya hay problemas de entendimiento.
A la mañana siguiente marchó. Sobre el mismo sillín de bicicleta ridiculizado. Sin haberse duchado. Eso sí, soñé con las Islas Feroe. Aunque si algún día tuviera la suerte de visitar semejante archipiéalgo nunca la llamaría. Por coherencia.
1 comentario
nacho -