GOLPE DE MANO... Y DE PENE
Siento decirlo pero es cierto: salir de un hospital es entrar en un bar. Como salir de una VPO es traspasar un truculento adosado… de por vida. O como decir un ‘te quiero’ es lapidar tardes de fútbol. O de siesta. Abrir puertas es cerrar otras, o mejor dicho, atizar pomos en sentido normal es girar tu vida hasta decesos sin sentido. Y hasta con hijos.
Yo nunca pensé –siquiera soñé- en perecer desangrado por mi propio ímpetu. Como nunca cavilé que aquella tarde de calor insufrible y pestazo en el ambiente shanghainés un navajero de nuevo cuño vendría a aliviarme mi apatía normal, mi pereza ante el tumulto. Yo siempre quise ser diferente, pero entre las piernas de otra, no por desangrarme de mala manera en un portal poco egocéntrico. Pero fue así. Porque el trallazo no lo decide uno como la lotería no la elige cualquiera. Aquel chino de apariencia vital-inútil me ametralló con la ira de un recién difunto. Y yo, esclavo de no sé quién, me dejé caer aún pensando en su pobreza elemental. En su tremendo toque de ladilla ante un rapado. No hay nada peor que un navajazo en China, sobre todo si el Gobierno no está detrás. Es como si te viola un hombre sin pene. O te acribilla un ciego con escopeta de repetición. Y a mí casi me mató un chino feo, de apariencia elegante y de hedor asequible. A mí me intentó desangrar un pelele de ojos rasgados que amparándose en no sé cuantas vaginas rotas por mí intentó rendir venganza ante el estatus social por el que había sido violado.
Y bien que no pudo. Y eso que me persuadió. A navajazo limpio. Fueron catorce. Al grito de ‘Viva China’. Yo creo que a la par de ser taladrado rendía homenaje el traidor al grito de “otra”. O “por el culo”. Que no debe ser nada más plácido que ser matado a navajazos por el orto. Para los homos requetebién. Para los heteros el homenaje final que descifra la escasa diferencia entre los que empujan o reciben. Y viceversa. Porque los sexos se diferencian en el tono de voz. Y lo demás, pura pose.
El médico me ha dicho que me vaya de China. Mi familia me lo ruega a cada segundo. Pero antes de abandonar llenaré las tinajas de mis niñas que desean las desborde en estas épocas de sequías por falta de pericia. Las calles me esperan, los bares me sueñan, los chinos me buscan. ¿Qué más puedo pedir?
Los catorce navajazos fueron desatinados: ninguno a la huevera que la mantengo llena de amor, ninguno a mi jeta que se mantiene firme y carcajeante. Uno me rozó el hígado. Lástima que cicatrizara la herida, ya puedo volver a engullir. La próxima vez recuerda rematarme. Mientras tanto, seguiré ajusticiando a las gentes de este país, que más bien pareciera una cloaca desinformada y con rascacielos. Quiero navajear. Y a poder ser sin goma.
7 comentarios
Celesemine -
Un fuerte abrazo y que te recuperes!
pez -
cabeza de zapato -
Mochales -
zapatomelon -
destilemos enemigos y enfoquemos nuestros objetivos,acaso existe el honor??, seguro que nos ayuda a recuperar alegria y a vivir de una manera mas liviana
Lluís -
sonia -